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La propuesta artística de Noches en los Jardines del Real Alcázar recorre las distintas edades musicales del Real Alcázar y por tanto las vivencias e impulsos creativos de la ciudad a lo largo del tiempo.

Los programas seleccionados incluyen distintos periodos y líneas estilísticas en un espectro que abarca los más de mil años de vida en el Real Alcázar de Sevilla, desde la Edad Media a nuestros días; de las nubas de al-Andalus a las nuevas voces flamencas; de los ritmos del Oriente próximo o las corrientes musicales del Atlántico. Hasta cuarenta y tres programas que representarán la historia de la Música occidental en su extensión, incluyendo periodos y géneros como la Música medieval de las Tres Culturas, el Renacimiento, el Barroco, el Clasicismo, el Romanticismo, los Nacionalismos, el Impresionismo, las Músicas del Mundo, el Jazz, el Blues o el Flamenco.

Las líneas estilísticas ya mencionadas contituyen los ejes principales de la programación. No obstante mantenemos una segunda línea con la que tejemos pequeños ciclos temáticos, que salpican la programación de historia, y poniendo el acento sobre distintos aspectos de nuestra herencia cultural. Hasta 30 de los 75 conciertos programados se agrupan en distintos ciclos que detallamos a continuación:

 

III Centenario del nacimiento de Carlos III: El Rey Ilustrado  /  Nacido en Madrid en 1716, el infante Carlos vivió en Sevilla junto a su padre el rey Felipe IV y su madre Isabel de Farnesio, de los trece a los dieciséis años, en el Real Alcázar, en cuyos salones se firmó su destino en tierras italianas. Servirán estos Reales Sitios como escenario para rememorar la época de Carlos III, en el tercer centenario de su nacimiento. El “Rey Bueno” para muchos de sus contemporáneos, fue uno de los monarcas que más contribuyeron a la modernización de España y su acercamiento a Europa. Sin embargo, al contrario que en la Villa y Corte, el segundo de los Borbones ha sido olvidado por la ciudad de Sevilla, en la que pasó los años fundamentales de su adolescencia, antes de emprender en 1831 el camino que le deparaba Italia. Allí el joven príncipe fue recibido como Duque de Parma y Toscana, y en Florencia acuñaron en su honor medallones con la inscripción Spes Pública, como muestra de la esperanza puesta en sus manos para el buen gobierno de todos. Ese fue el principio de su mandato como rey, primero en Nápoles y Sicilia, y a la postre en España. Según cuenta la historia nunca olvidó su vínculo con Sevilla, aunque no volviera a vivir en ella. Probablemente su piedad se fraguara en el ambiente devoto de la ciudad, en las visitas a sus iglesias y en las conversaciones con su amigo el Hermano Sebastián, portero de la extinta Casa de San Francisco, en aquel tiempo la mayor de España, que hoy ocupa el solar de la Plaza Nueva. No en vano a él debemos que la Inmaculada Concepción sea patrona de la Monarquía hispana, además de promover la beatificación de varios sevillanos, entre ellos Miguel de Mañara, fundador del cercano Hospital de la Caridad. El rey cazador que retratará Goya, se inició en las monterías en la Corchuela sevillana. Y quiso el destino que en los días que era enterrado en el Escorial, fuera desenterrada en Itálica aquella Diana cazadora que encontró una segunda vida en el Alcázar sevillano. Rey ilustrado y amante del progreso: a pesar de su gran devoción, motivó la secularización de las costumbres. Promovió la Sociedad Económica de Amigos del País, rescató la Real Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla y desde 1761 dio sede en la Sala Cantarera del Alcázar hispalense a la Academia de Buenas Letras. Obró la primera reforma universitaria moderna. Le debemos el nombramiento de Pablo de Olavide como Asistente, que fomentó la entrada de ideas ilustradas y la renovación cultural de la ciudad, de la que nos dejó el primer plano. Creo el Archivo de Indias, de incalculable valor histórico y Patrimonio de la Humanidad junto a la Catedral y el Real Alcázar. A su muerte, casi medio año antes de que en París tomaran la Bastilla, en Sevilla la ciudad lo despedía con diversos oficios, con música compuesta por el maestro de capilla Antonio de la Ripa. Hoy reviviremos su semblanza con dos conciertos sobre la música de su tiempo.

 

El Arte pulsado: “De tripas corazón”  /  Esta línea atravesará de forma diacrónica otros hitos programáticos de Noches en los Jardines del Real Alcázar, como la conmemoración del III centenario del nacimiento de Carlos III o el Homenaje a Enrique Granados en el centenario de su muerte. Como ya propusiéramos hace dos ediciones, con una línea artística dedicada a la cuerda pulsada, y con un ciclo entorno a la guitarra muy valorado en el pasado año, queremos proseguir esta senda programática ofreciendo un pequeño recorrido por la interpretación histórica de la cuerda pulsada en la música europea, desde el barroco a nuestros días. Nos deleitaremos de la sonoridad de las cuerdas en su expresión más elemental y en diálogo únicamente con la propia voz humana o la pureza rítmica de la percusión. La cuerda pulsada tuvo un papel central en la música de cámara europea desde sus orígenes: laúdes, vihuelas, claves o tiorbas… y sobre guitarras, que en el siglo XVII experimentaron una extraordinaria difusión, convirtiéndose para siempre en las acompañantes más próximas al canto. En Sevilla, Alonso Mudarra fue el primero en documentar esta eclosión ya en 1546, con la publicación de sus Tres libros de música en cifra para vihuela. En menos de un siglo “a la guitarra se le llama española… quedando tan perfecta como el laúd, el arpa, la tiorba y el clavicordio y aún más abundante que estos” según cuenta Doici de Velasco en su Nuevo método por cifra para tañer guitarra de cinco cuerdas de 1630. Pero no será hasta 1674 cuando Gaspar Sanz publique “La Instrucción de música sobre la guitarra española”, incorporando la guitarra barroca en los ambientes cultos de la época. Este sencillo instrumento todavía tenía que alcanzar una notable evolución durante el siglo XVIII con las aportaciones de Federico Moretti y el Padre Basilio. Ellos sentaron las bases de la escuela española del siglo XIX, con exponentes como Fernando Sor y Dionisio Aguado, que elevarán la guitarra a instrumento de concierto. Ya en el siglo XX la guitarra, además del instrumento usual de la música popular, servirá como fuente de inspiración a esa generación de compositores sinfónicos que supieron mirar a la tradición española, como Isaac Albéniz o Enrique Granados. Su capacidad expresiva, su adaptación a distintos lenguajes, sus colores y matices, han hecho de la cuerda pulsada la vía de expresión musical más explorada. Recorriendo los trastes de esta historia, escucharemos las músicas que han vibrado al pulso de la cuerda, haciendo de tripas corazón.

Fue Ziryab, casi doce siglos atrás, quién emprendió en nuestro suelo el poético camino del arte pulsado, tocando con plectros de pluma de águila y añadiendo a su laúd una quinta cuerda de tripa de león. Ziryab conectó musicalmente el Levante y el Poniente del Mediterráneo, y su legado vinculó íntimamente el Norte y el Sur del Estrecho en los siglos venideros. Esta herencia arábigo-andaluza sigue hoy presente en Marruecos, Túnez y Argelia y su valor como transmisor de una historia común y unos lazos culturales aún vivos hacen de la Música Andalusí candidata a ser declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

 

Mediterráneo, Mar abierto  /  Con este ciclo pretendemos mantener una de las constantes de Noches en los Jardines del Real Alcázar desde sus orígenes, abordando desde nuestra vocación de conocimiento y diálogo entre los pueblos, las tres grandes tradiciones culturales del Viejo Mundo. Tan cerca y tan lejos: La historia de la civilización mediterránea se ha sustentado en encuentros y expulsiones, en diásporas y mestizajes. Los últimos testigos de la cultura andalusí tuvieron que abandonar la Península Ibérica hace trescientos años. Por entonces la migración de otros expatriados, los sefardíes, habían llevado las melodías y romances hispano-judíos hasta las costas de Grecia y Turquía, esas mismas costas que hoy divisan la tragedia. Y un mar, que ha sido durante siglos transmisor de la cultura, se cierra y golpea contra la orilla de la incomprensión, del rechazo y del silencio. Gibraltar, Lampedusa o Lesbos: los estrechos de este mar no son accidentes geográficos sino humanos. Desde Bagdad, Ziryab nos trajo en su huida el laúd y la voz de mirlo; Hoy no podemos tapar nuestros oídos a la voz del sufrimiento. Queremos cantar, con la humildad del músico errante, a un Mar abierto que no arroje cuerpos, sino esperanza. No devolvamos personas, sino compromiso.

Nos une la sangre, la que nos hermana y la que se ha vertido en ambas orillas durante siglos de guerra. De este conflicto, que con diversas formas se ha perpetuado durante siglos, fue testigo y protagonista uno de los mayores autores de la literatura universal y principal representante de las letras hispanas: Miguel de Cervantes y Saavedra

 

IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes  /  El que fuera soldado en Lepanto y cautivo en Argel, nos trajo a su regreso una asombrosa labor literaria. Cultivó ampliamente todos los géneros: el teatro y la poesía, en la que siempre se sintió un aprendiz. Sin embargo sería la novela, con una original concepción narrativa, la que le traería mayores éxitos. Sin protectores en la Corte, tuvo que compaginar su actividad literaria con distintos puestos. Como comisario de abastos tuvo que cumplir pena de cárcel por una supuesta gestión fraudulenta, y precisamente en su cautiverio en la Real Cárcel de Sevilla nacería la mayor de sus creaciones: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de 1605, con una segunda parte, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, editada ya en 1615. El Quijote es mundialmente conocido y una de las obras más editada y ampliamente traducida. En las postrimerías del Renacimiento, el eslabón de Cervantes en la cadena de nuestra historia significa el nacimiento de la literatura moderna, de forma similar y paralela a lo que representa la figura de Shakespeare para la literatura anglosajona; Y más allá de estas tradiciones culturales nacionales, las obras de ambos genios son sin duda dos de los referentes más importantes e influyentes en la cultura universal. “Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir…” Con estas palabras se despedía Cervantes días antes de su entierro el 23 de abril de 1616. Dejaba este mundo pluma en mano, con la mejor arma que le sirvió en vida a aquel soldado de Argel. Desde el presente y con las músicas de su época, rendiremos homenaje al “Príncipe de los Ingenios” cuando se cumplen 400 años de su fallecimiento.

Del mismo modo conmemoraremos el IV centenario de la muerte de William Shakespeare, que -caprichos de la casualidad- se dice que murió en el mismo año y en la misma fecha que Cervantes, aunque realmente no fuera en el mismo día. El 23 de abril del año 1616 del calendario juliano, días antes de cumplir los 52 años, se secó para siempre la pluma de Shakespeare, aunque el influjo de su obra perduró por siglos. Su contemporáneo Ben Jonson, al mismo tiempo rival y admirador de su genio, afirmó tras su muerte: “He was not of an age, but for all time” (“Él no pertenecía a una época, sino que es de todos los tiempos”). Rememoraremos con un concierto al “Bardo de Avlon” mirando más allá del mar y trayendo las músicas de la Inglaterra isabelina desde el otro lado del Canal de la Mancha.

 

Centenario de la muerte de Enrique Granados  /  El mismo mar en que siglos más tarde perderían la vida tantas victimas de la Gran Guerra, que dividió a Europa y con ella al Mundo. El Canal de la Mancha se tragó la vida -pero no la obra- de Enrique Granados, que recordaremos en el centenario de su muerte. Pianista y compositor fundamental del nacionalismo musical español, dentro del movimiento tardo- romántico y vinculado estilísticamente a Chopin, Schubert y Schumann. Sin embargo, fue su original mirada sobre la tradición nacional, el folclore y los ambientes castizos, las tonadillas y las danzas españolas, la que le valió una respetada posición en la historia de la Música. Esta visión encontrará su inspiración más valiosa en el imaginario de Francisco de Goya, como esencia de lo español. A pesar de su formación en París bajo la maestría de Bériot y su coincidencia con músicos como Ravel, Fauré, Debussy, Ravel o Saint-Saëns, la obra de Granados no bebió de la influencia de la nueva música francesa, como si ocurriera con su contemporáneo y amigo Isaac Albéniz. Más bien, la maduración de su obra se desarrolló entre Madrid y Barcelona, manteniendo una estrechísima  relación con el Orfeó Català y el Palau de la Música Catalana. Allí estrenó su obra más exitosa, la suite Goyescas, que supuso su consagración internacional tras pasar en 1914 por la Sala Pleyel de París y concedérsele la Legión de Honor de la República Francesa. El eco del triunfo en París lo llevaría a Nueva York, donde Ernest Schelling consiguió que fuera programado en la Metropolitan Opera House, con la participación del famoso violonchelista Pablo Casals. La expectación era mucha y días antes del estreno ambos músicos españoles pudieron dar un recital en la Friends of Music Society. La ópera Goyescas cosecho un gran éxito y el compositor fue recibido incluso por el Presidente Wilson. Por fin veía cumplidos sus sueños: “Toda mi alegría actual la siento más por todo lo que tiene que venir que por lo que he hecho hasta ahora”, escribía el mismo. Pero su vuelta nunca se completó y su futuro se truncó en el naufragio de la nave Sussex tras el impacto del torpedo de un submarino alemán, en el que Granado y su mujer murieron ahogados.

Cincuenta años antes de este acontecimiento nació Erik Satie, solo un año mayor que Enrique Granados. Denostado por el academicismo y a pesar de considerarse fuera de toda escuela, la música de Satie, precursora del impresionismo, supuso una influencia destacable en la generación musical parisina de entresiglos como Claude Debussy o Maurice Ravel. Recordaremos el ambiente creativo que estos autores compartieron en París, con dos conciertos conmemorativos en el 150 aniversario del nacimiento de Erik Satie.