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Logo tipo Noches en los jardines del Real Alcázar Conciertos 11º edición
logo Patronato del Real Alcázar y de la Casa Consistorial de Sevilla

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Junio y Julio  /  AgostoSeptiembre

 

 

 

 

Pasear por el Real Alcázar es sumergirnos en el cauce profundo de nuestra propia historia. En su lecho yacen los vestigios más antiguos conocidos de nuestra ciudad, allá por el siglo VIII a.C. y se le superponen restos, republicanos e imperiales, de la urbe que según los versos Julio César cercó de muros y torres altas. Los muros paganos sobre los que nació y se refugió el cristianismo y que ocuparon romanos, visigodos, vándalos… y a los que después se sumaron árabes y bereberes. Sobre estos restos nace la primitiva fortaleza, en tiempos del Califato de Córdoba que dará lugar a uno de los más fastuosos palacios del occidente islámico y cristiano, cuando Sevilla se erigía en la capital de su reino y algunos años después en vergel de un imperio africano. Y de las huertas amuralladas de la llamada Pradera de Plata nacerán los jardines.
 
Nuestro particular Babel siguió creciendo ya bajo la señal de la cruz a manos de reyes como Alfonso X el Sabio, Pedro I el Cruel, o Carlos V, césar de un sacro y antiguo imperio y soberano de un Nuevo Mundo. Sevilla se convirtió en puerta de Ultramar, y desde el Alcázar se divisaban las líneas de un Hemisferio incógnito, siendo Casa de la Contratación desde 1503.
 
Los nuevos tiempos, nuevos sonidos y un nuevo arte se hicieron patentes en el Alcázar, levantándose unos jardines dignos del emperador; y en su corazón el Cenador de la Alcoba es testigo de ello. El mismo año que se construye este pabellón, en 1546, en Europa estallaba la guerra con los príncipes protestantes, o se conquista Yucatán al otro lado del océano. Mientras en Sevilla se publica “Tres libros de música en cifras para vihuela” del sacerdote de la cercana Catedral Alonso Mudarra, nacido en 1510, el mismo año que el toledano Diego Ortiz, que desde Nápoles nos devolvía las notas del clavicémbalo y la viola da gamba. Quinientos años después sus notas se harán presentes en el mismo jardín que refugiara al emperador en las noches de verano.
 
En su extremo opuesto la Galería de Grutescos, se nos presenta como gran escenografía barroca, llena de artificio y de simulación, como si reflejara a la ciudad misma. La vieja cerca almohade fue transformada por el milanés Vermondo Resta entre 1601 y 1628, en esperas de la visita real que nunca llegó, siendo Alcaide el Conde Duque de Olivares, Valido del rey que acogiera en la corte madrileña a los mejores talentos procedentes de la metrópolis hispalense. De entre ellos el más universal quizá fuera Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, de cuya muerte se cumplen 350 años. La trayectoria vital del genio sevillano nos trasladará, movidos por la música, de Sevilla a la Corte, y de Madrid a Italia con ida y vuelta. También sonarán las guitarras de Gaspar Sanz, del que se rememora el tercer centenario de su muerte, en 1710. Para entonces, con la extinción de la vieja Casa de Austria e inmersa en una guerra dinástica, España adivina el fin de su hegemonía.
 
Justo un siglo más tarde toda la nación asistiría al alumbramiento de un nuevo orden bajo la invasión de las tropas francesas; y el Alcázar de Sevilla se alza hasta enero de 1810 como capital de la España sometida, con la constitución de la Junta General de Gobierno de España e Indias, precedente de las Cortes de Cádiz. El liberalismo y la revolución se propagan por el nuevo y el viejo continente, que arde en el espíritu del Romanticismo. Precisamente, en ese año de 1810 nacerían dos de los más célebres compositores de este movimiento artístico: en marzo el polaco Frédéric Chopin, cumbre del piano romántico, y en junio su coetáneo y admirador Robert Schumann.
 
Cincuenta años más tarde, el mapa del mundo era ya otro y el nacionalismo era la mecha de la agitación que se expresaba en todos los campos de la creación artística por todos los rincones de Europa. En 1860, hace ahora 150 años, nacía en Bohemia Gustav Mahler, que sería protagonista de los últimos compases del Romanticismo. En España ese mismo año nacía Isaac Albeniz, precursor de la música de inspiración nacionalista, adelantándose en una generación a Granados y a Falla, que supuso el tránsito musical hacia un lenguaje modernista. Albeniz moría en 1909, dos años antes que su coetáneo austriaco Gustav Mahler.
 
El cambio de siglo también trajo novedades al Alcázar sevillano con la introducción en sus jardines de las nuevas modas internacionales. En 1910 se transforma la Antigua Huerta de la Alcoba, siguiendo el paisajismo de tradición inglesa. Ese mismo año nacía en Orihuela el poeta Miguel Hernández, epílogo de una famosa generación poética que nacería en Sevilla diecinueve años más tarde.
 
La II República trajo nuevos tiempos para el palacio milenario. Sus jardines, y luego todo el recinto alcazareño, pronto fueron protagonistas de las medidas del nuevo Régimen, cuando el Gobierno provisional cediera sus terrenos al Ayuntamiento para recreo e instrucción de los habitantes de Sevilla. Las llaves que guardaban la belleza acumulada por los siglos pasaban ahora a manos del pueblo, al tiempo que desde el pueblo se elevaban algunos de los versos más bellos de la literatura castellana susurrados por un joven cabrero de Orihuela. Y en Sevilla la poesía más auténtica de ese pueblo resonaba en las gargantas de la Niña de los Peines o Manuel Vallejo (1891-1960), el maestro de la Macarenade cuya muerte se cumplirán 50 años el 7 de agosto. Ese día el escenario de los jardines se llenará de la flor deshojada del cante flamenco.
 
Y el flamenco, que hunde sus profundas raíces en la ciudad, se ha hecho hoy un arte universal, extendiendo sus ramas hacia otras culturas, cercanas o lejanas. Partiendo de esta antigua y mestiza herencia artística, aprovecharemos para tender puentes musicales sobre las fronteras del nuevo escenario global, adhiriéndonos al proclamado por la O.N.U. como Año Internacional del Acercamiento entre Culturas. El tiempo que nos toca vivir nos presenta nuevos retos para nuestro patrimonio cultural, que se nutre hoy de la superposición, de la convivencia de la diversidad cultural y el diálogo universal.
 
Y la vieja fortaleza del emporio milenario eleva sus muros buscando el futuro más allá del horizonte...

 

Pablo Távora

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